sábado, 1 de diciembre de 2018

Ahmad Shamlu y Federico García Lorca

 Cortometraje de Reza Allamehzadeh "Árbol más allá del silencio" basado en un poema de Clara Janés para Ahmad Shamlu, con música de Paco de Lucía.

Ahmad Shamlu reconocía como uno de sus principales maestros a Federico García Lorca. Como explica Clara Janés en "La flor inmarcesible", la presentación de Fénix en la lluvia:

Por más que conozcamos la fama universal de García Lorca, no podemos imaginar hasta qué punto llegó su alcance y lo profundo de su influencia en el pueblo iraní. Los jóvenes poetas del país se confiesan vinculados, a través de él, con la poesía española. La explicación es sencilla: Ahmad Shamlu reconocía a Lorca como su maestro mayor. Tal fue el entusiasmo que sintió por la obra lorquiana que llevó a cabo la traducción de sus poemas y la grabación de una cinta magnetofónica recitada por él que se hizo famosa en todo Irán y en Afganistán.


"Romance sonámbulo", de Federico García Lorca, traducido y recitado por Ahmad Shamlu

Ahmad Shamlu conversa en su casa de Teherán con Clara Janés

lunes, 26 de noviembre de 2018

AHMAD SHAMLU, FÉNIX EN LA LLUVIA





Selección y traducción del persa de Clara Janés y Said Garby

I
AIRE FRESCO
(1947 - 1966)

NIEBLA

Preso es de niebla de punta a punta el desierto.
La luz del pueblo está oculta
hay un caliente fluir en la sangre del desierto.
El desierto fatigado
    la boca cerrada
            la respiración inquieta
            despacioso exuda por doquier en el caliente delirio
                                  de la niebla.
«Preso es de niebla de punta a punta el desierto» (se dice el
                           caminante).
Los perros del pueblo callan
oculto en el vaho de la niebla llego a casa. Gol lo ignora. Me ve de pronto en la puerta. Con lágrimas en los ojos y una sonrisa
                        en los labios, dirá:
«Preso es de niebla de punta a punta el desierto. Pensaba que si durara la oscuridad hasta la mañana, los osados de este pueblo
               irían a ver en secreto a sus amadas».
***
Preso es de niebla
                   de punta a punta
                 el desierto.
La luz del pueblo está oculta, hay un caliente fluir en la sangre
                        del desierto.
El desierto fatigado, la boca cerrada, la respiración inquieta,
despacioso exuda por doquier en el caliente delirio de la niebla…  

NIEVE

¡Nieve nueva, nieve nueva, bienvenida, bienvenida!
¡Pósate!, ¡bien posada estarás en el tejado!
Pureza traes -¡oh esperanza blanca!—
todo es contaminación en este tiempo.
Hay un camino nefasto, entona el juglar.
Hay un amargor que se vierte en la copa.
Hay un llanto que acaba con la sonrisa.
Hay una infamia que esculpe el nombre.
Sea sábado o sea viernes, sea del pasado o de un tiempo anterior,
el mismo dibujo hace el dibujante.
***
El ave de la alegría ha llegado a esta jaula
¡en el momento en que la jaula se ha abierto!
El camino recto se ha sobrepuesto a la llanura
¡qué pena, cuando ya no podemos andar!
¡Sedienta allí se posó en la tierra mortal,
donde el fuego trae la memoria del agua!
Nuestro gozo no se alcanza
si no nos liberamos de la avaricia.
Al fin, en la ignorancia acabamos, ¡que así sea!
Tú desciende, oh nieve nueva, ¡sé bienvenida!

***



Clara Janés recita "La jaula, la jaula, esta jaula" durante la presentación de Fénix en la lluvia

AHMAD SHAMLU, "LA FLOR INMARCESIBLE", POR CLARA JANÉS


Ahmad Shamlu (1926-2000)

LA FLOR INMARCESIBLE
 
La figura de Ahmad Shamlu en el panorama de la literatura de Irán comporta siempre una reflexión sobre la poesía en todos sus aspectos. En un momento como el actual, en que aumenta la confusión y el desorden a nivel mundial, su poesía es, más que nunca, como ese rayo de luz que nos guía en la oscuridad. Su creación lírica nos recuerda que la palabra poética tiene un papel que cumplir en nuestra sociedad, tanto más cuanto la verdadera palabra parece ahogada en esa sobreabundancia de aquella otra palabra que es vacía y engañosa. Gandhi dijo: «La poesía es una interminable resistencia pasiva», y, con esta afirmación, la situaba de una vez para siempre en la vida social. Este gesto es opuesto al llevado a cabo por Platón en su República, pues el hindú abría la puerta al poeta y, amablemente, le indicaba su posibilidad de participación en el terreno político. No es gratuita la afirmación de Gandhi, sino que se basa en la intuición de lo que es el verdadero ser de la poesía, algo que acierta más allá de la razón.
Si la poesía puede convertirse en arma de lucha, se debe en primer lugar a su verdad. La verdad que contiene obliga a quien la lleva a cabo o la incorpora a convertirse en bastión de la verdad, a ser insobornable. Por ello, Gandhi añadía que la poesía «es una interminable forma de no aceptar, porque en la sociedad, en el mundo, en la realidad, nos han querido imponer cosas y mentir… La poesía se alza contra la tiranía de la historia, contra la colonización de las mentes a través de las ideologías, contra el fanatismo de las religiones, contra todos los fanatismos». Esta firmeza, que caracteriza a la poesía, es un primer peldaño fundamental para la lucha.
La poesía es confiada, generosa, expansiva y profunda; es una fortaleza abierta a todo el que esté dispuesto a seguir el difícil camino de la más exigente fidelidad. La poesía revela la esencia de las cosas, lo que las enlaza con el origen. El que vive en la poesía vive en una región donde todo es transparencia predispuesta a la identificación y, por ello, a la hermandad.
Todo poeta sabe que, de hecho, se trata del instante inicial en el que surge el verbo. Y sabe también que esta palabra tiene una función muy alta, pues sirve de exorcismo contra el mal moral, hace frente a la profanación de la justicia y a la violencia, es salvaguarda del humanismo y forma de conciliación y reconciliación, y de consuelo.
***
Ahmad Shamlu confesó haber aprendido poesía primero de Federico García Lorca, Paul Eluard, Rainer Maria Rilke, Boris Pasternak y Langston Hughes y solo después descubierto a los poetas que escribían en su propia lengua. Igualmente, se interesó luego por el folclore de Irán, y todos estos elementos, entreverados en sus versos con su visión de la naturaleza y reflexiones abstractas, dieron un producto enormemente original. En el libro Aire fresco, que data de 1957, escribió sobre la necesidad de emplear el lenguaje de la calle y la vida cotidiana, lo que él llevó a la práctica ampliando el vocabulario poético con palabras modernas, sin descartar las clásicas. «Gracias a ello», afirma Kurt Scharf, en el prólogo a su importante antología Aún sigo pensando en aquel cuervo. Lírica de Irán, «su poesía adquiere una fuerza que lo convierte, en opinión de la mayoría de los iraníes, en el mayor poeta del siglo xx». Aire fresco, de Shamlu, ha sido el escrito en verso posmedieval más popular y el primer ejemplo de la expresión folclórica contemporánea, y, a la vez, su «Un poema que es la Vida», que concluye con las palabras: «El sentido de toda muerte / es la vida», sirvió de manifiesto a los poetas de su generación. 
Nacido en 1925, con la publicación del mencionado Aire fresco y con Jardín de espejos (1960) se reveló como heredero de Nima Yushij, padre de la lírica persa moderna, cuyo compromiso político en favor del socialismo frente al gobierno del sah, siguió igualmente. Por este motivo, Shamlu fue objeto de acoso y persecución por parte de los gobernantes, y hasta de cárcel provisional, y sus obras hallaron obstáculos a la hora de ser editadas.
Además de su propia creación —entre cuyos frutos figuran los libros representados en la presente antología, Aída en el espejo (1965), Fénix en la lluvia (1966), Florecer en la niebla (1970), Abraham en el fuego (1973), El puñal en la bandeja (1975), Cancioncillas del exilio (1981), En el umbral (1986) y Admiraciones sin galardón (1991)—, Shamlu llevó a cabo una notable labor de editor, profesor y traductor. Durante dos años publicó la revista Jusheh (Racimo), prohibida en 1960. En 1968, organizó una semana de lecturas de poesía, Memento Jusheh, gracias a la cual quedó establecido que ese movimiento marcaba el estilo expresivo de la nueva poesía iraní. A partir de 1970 editó poetas antiguos como Hafez Shirazí, Baba Taher, Omar Jayyam o Nizami. Por otra parte, recopiló historias y relatos populares y cuentos infantiles. Todo ello, unido a sus traducciones de novelas, obras de teatro y poesía, constituye un corpus de alrededor de 30 volúmenes.
A finales de 1976 partió al exilio a Estados Unidos, pero al no poder seguir con sus proyectos pasó a Londres donde creó el periódico en farsi, Iranshahar. Regresó a su país en 1979 y pronto dio a la imprenta el primer tomo de su monumental enciclopedia del folclore iraní: Ketab-e kucheh (Libro de la callejuela) y fundó una importante revista semanal Ketab-e jom’eh (Libro del viernes), que llegó a contar 36 números antes de que el gobierno la cerrara en 1980. Precisamente, en los años 80, Shamlu viajó al extranjero y expuso siempre con claridad, ahora enfrentándose a la política de los ayatolas, los problemas sociales de su tierra, recurriendo en ocasiones a la reinterpretación de las grandes obras literarias, así, en 1990, a través del Libro de los reyes, de Firdusi, en la universidad de California. Murió en Irán en el año 2000, sin haber dejado ni un momento de luchar por la libertad de expresión.
Por más que conozcamos la fama universal de García Lorca, no podemos imaginar hasta qué punto llegó su alcance y lo profundo de su influencia en el pueblo iraní. Los jóvenes poetas del país se confiesan vinculados, a través de él, con la poesía española. La explicación es sencilla: Ahmad Shamlu reconocía a Lorca como su maestro mayor. Tal fue el entusiasmo que sintió por la obra lorquiana que llevó a cabo la traducción de sus poemas y la grabación de una cinta magnetofónica recitada por él que se hizo famosa en todo Irán y en Afganistán.
Para encontrar la raíz de este fenómeno, acaso haya que remontarse, en primer lugar, a los pasos previos a la génesis del poema y a las actitudes frente al arte y, en segundo término, a los modos de tratar el lenguaje y la imagen. Los dos aspectos fundamentales de la poesía de Lorca, el gusto por lo popular compaginado con el avance por el terreno más culto y vanguardista se hallan igualmente en la obra de Shamlu, y entrañados con la misma naturalidad. Se trata de verdades profundas para ambos, y es particularmente interesante comparar la recuperación de canciones españolas y la relación de Lorca con Falla con la labor llevada a cabo por el poeta iraní respecto al folclore de su país en la ya mencionada enciclopedia El libro de la callejuela, en la que trabajó durante 37 años. Esto remite a la intimidad de la poesía y la música, la música que puede hallarse unida a un hilo melódico sencillo o en el mismo movimiento fonético de la palabra. No se trata de un «acompañamiento», sino de una simbiosis particular, es decir, de ir al origen más puro.
***
En ese lugar, donde surge la palabra aureolada de un nimbo de música, todo es armonía —eso significa la palabra griega mousiké: armonía, proporción—. La vida del hombre no se limita a una inserción en la historia, sino que hay otras dimensiones, pluralidad de niveles, tiempos y espacios, no todos conocidos. Este mundo de lo desconocido es el que la poesía tiene como objeto, el único que puede llevar a otra valoración de lo real. Y la ubicación de lo real es un prisma respecto a la vida, de ahí la importancia práctica de este arte.
Ahmad Shamlu con su poesía y su actitud vital nos pone de cara a nuestra responsabilidad y nuestra obligación de optimismo y firmeza en bien de la eficacia. Sus palabras nos impulsan a no perder la fe. Esto nos comunica, por ejemplo, en el poema «Peces»:
Pienso que
mi corazón nunca ha sido
                     así
                tan rojo y tan ardiente;

Siento que
en los peores momentos de esta noche de muertes,
miles de manantiales de sol
                       brotan
de la convicción, en mi corazón;

Siento que
en cada esquina y rincón de este desierto de desesperación
miles de bosques tiernos
                   surgen
de repente de la tierra.
Oh, tú, convicción perdida, pez huidizo
que en las lagunas del espejo te deslizas de fondo a fondo,
soy un pantano claro, ¡busca, pues, con la magia del amor,
desde las lagunas del espejo, un camino hacia mí!

Pienso que
mis manos
        nunca han sido
                       tan grandes ni gozosas.

Siento que
en mis ojos,
        cuando cae una lágrima rojiza,
respira el sol sin ocaso de un himno;

Siento que
en cada vena mía
                        con cada latido de mi corazón
                                                                        se oyen ya
las campanas de levantamiento de una caravana.

Se presentó una noche en la puerta desnuda
                                                   como el alma del agua.
En su pecho dos peces y en sus manos un espejo.
Su pelo mojado olía a algas y se entrelazaba como algas.

Yo, desde el portal de la desesperación, grité:
¡oh convicción hallada, no te perderé!
Gandhi, prosiguiendo las palabras antes mencionadas, dijo: «El poeta no necesita la libertad, porque es la libertad». En la libertad se asienta la armonía, en la armonía, el amor y en el amor toda posibilidad. La libertad se identifica con la armonía y también con la verdad. El amor y toda posibilidad —que se basan igualmente en la unidad, en la confluencia—, tienen un firme puntal en la poesía. Ahora bien, la poesía es un ejercicio difícil. Como toda resistencia pasiva requiere una imperturbable fidelidad, una entrega hasta las últimas consecuencias. Shamlu tomó ese camino —que es el de la custodia de un fuego sagrado— y avanzó siguiendo sus exigencias. Odiseas Elitis escribió: «Nadie está obligado a interesarse por la poesía. Sin embargo, cuando se interesa por ella está obligado a “saber transportarse” a esta segunda condición, a caminar por el aire y por el agua». Shamlu caminaba por el aire, y por el agua, y por el fuego; y sus palabras siguen emitiendo ese aura que nos llama como el perfume de una flor inmarcesible: «miles de manantiales de sol / brotan / de la convicción en mi corazón». 


Clara Janés